Claudio Alvarado

Plebiscito: pitazo inicial

Claudio Alvarado R. Director ejecutivo del IES

Por: Claudio Alvarado | Publicado: Miércoles 26 de agosto de 2020 a las 04:00 hrs.
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Hoy comienzan oficialmente las campañas para el plebiscito constitucional. Como la polarización de seguro aumentará mientras nos acerquemos al 25 de octubre -fecha de la consulta-, conviene recordar el origen de esta coyuntura y, sobre todo, qué se juega (y qué no) en ella.

El plebiscito es el primer hito fijado por el acuerdo político del pasado 15 de noviembre. En esos momentos Chile se encontraba al borde del abismo, y no era imposible imaginar algún tipo de interrupción en la continuidad democrática del país. La crisis política y social que siguió a la brutal quema del Metro de Santiago, y sobre todo, la extendida e inusitada violencia que se observó en los días previos al acuerdo, parecían cerrar cualquier camino que permitiera canalizar el conflicto de modo civilizado. La clase política, sin embargo, encontró una alternativa, que consistió precisamente en el acuerdo constitucional. Hay una reflexión muy pertinente respecto de por qué fue esa la vía elegida (¿abdicación de la antigua Concertación al defender su legado? ¿falta de reformismo de la derecha? ¿cultura legalista del país?), pero el dato de la causa es que fue ése y no otro el sendero trazado.

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Es cierto que el vandalismo no terminó ahí, y también que el espíritu unitario duró muy poco (al día siguiente ya se discutían los quórums, la oposición quiso destituir al Presidente e incluso ha buscado instalar un parlamentarismo de facto). Es indudable, además, que los efectos de un cambio constitucional siempre serán limitados. Nada de esto, sin embargo, debiera llevarnos a olvidar que en la hora más oscura fue el acuerdo de noviembre y, por tanto, el itinerario constitucional, lo que generó una oportunidad. Guste o no, es el único modo que ha surgido hasta ahora para procesar por vías institucionales la crisis más significativa desde el retorno a la democracia.

Con todo, los distintos sectores también deberían recordar que el plebiscito de octubre es sólo el primer paso de un cronograma muy ambicioso. Si gana el Apruebo, recién se comenzará a discutir: sería el inicio y no el término de la conversación. En rigor, un eventual nuevo texto constitucional sólo vería la luz si el funcionamiento del órgano constituyente es exitoso. Por mencionar un par de desafíos relevantes, esto implica establecer un reglamento de trabajo razonable en los primeros días, y sortear el incierto plebiscito ratificatorio de salida. Por otro lado, si llegara a triunfar el Rechazo —un escenario improbable, pero tan legítimo como el anterior—, simplemente se habrá descartado un camino para el cambio constitucional, pero nada permite asumir que ahí concluiría definitivamente el debate sobre la materia.

En este contexto, los actores políticos más lúcidos debieran apostar por la mesura, la altura de miras y el sentido republicano. La derecha, en vez de continuar desgastándose en querellas internas, ha de recordar que en términos de contenidos —es decir, de lo que probablemente se comenzará a discutir el 26 de octubre— se encuentra bastante más unida que sus adversarios. Y la izquierda, por su parte, necesita comprender que su actual unidad tiene fecha de término. Al día siguiente del plebiscito, y asumiendo el escenario más factible, la oposición deberá preguntarse cómo articular tantas y tan diferentes maneras de comprender el sentido de un orden constitucional.

A fin de cuentas, los partidos no finalizan hasta que acaban los descuentos, y aquí recién nos encontramos en el pitazo inicial.

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